
Bienvenida de vuelta Jefaza.
Antes de arrancar me encantaría que respires hondo conmigo un instante.
Porque vamos a hablar de algo que no solo transforma tu rutina,
sino la forma en la que te habitas, te miras y te sostienes: los rituales.
Lista? Pues arrancamos.
Durante años, nos han hecho creer que un ritual es algo complejo, rarito, lejano o reservado solo para ceremonias especiales. Pero hoy quiero devolverte esa palabra y la magia y el poder que vienen con ella.
Quiero recordarte que tú ya eres un templo, y que cada gesto con intención puede convertirse en un acto sagrado.
La ciencia también cree en los rituales
Si eres de las que, como yo, necesita entender para creer, esto te va a encantar:
cada vez que tú repites una acción con intención —aunque parezca simple—, estás creando un nuevo camino dentro de tu cerebro. Sí, literalmente. Estás cableando una nueva red neuronal.
Es como si le enseñaras a tu cerebro:
“Esto me hace bien. Aquí me siento segura. Aquí me habito en paz.”
Y cuanto más lo repites, más fácil se vuelve acceder a ese estado.
Así es como se entrena la mente.
Así es como reprogramamos viejos patrones de ansiedad, juicio o desconexión.
Y no para ahí.
Muchos rituales —especialmente los que implican presencia, respiración o contacto con el cuerpo— activan lo que se conoce como el sistema nervioso parasimpático.
Ese sistema es como una madre que te susurra al oído:
“Tranquila. Estás a salvo. Puedes descansar.”
Cuando lo activas, tu cuerpo deja de estar en modo alerta.
Tus músculos se relajan. Tu mente se aclara.
Tu energía se recoloca.
Entonces ese pequeño gesto —como respirar hondo antes de empezar el día, o peinar tu cabello con amor en lugar de prisa—
ya no es solo un gesto.
Es una llave de acceso a tu calma.
Una herramienta para volver a ti.
Un ritual que te transforma desde adentro, sin que tengas que hacer nada extraordinario.
Solo elegirte. Con intención.
El cuerpo como canal de lo sagrado
Pero no solo es ciencia.
También es alma.
También es magia.
(Si me sigues hace un tiempo, sabes que no podía evitar hablarte de esto también.)
Los rituales tienen el poder de abrir puertas invisibles.
Nos conectan con algo más grande que nosotras,
algo que no se explica… pero se siente.
Y que vive en el cuerpo.
Porque nuestro cuerpo de mujer no solo es biología.
Es canal.
Es memoria.
Es templo.
La energía femenina —esa que muchas hemos aprendido a reprimir en nombre de la productividad o el control—
es la que nos permite sentir, recibir, crear, intuir, sostener.
Y los rituales, cuando los hacemos desde la intención,
son como oraciones silenciosas que la activan.
Cuando ritualizamos un gesto cotidiano, le devolvemos su potencia.
Peinarte, vestirte, respirar profundo, poner tus manos sobre tu vientre…
no es “hacer cosas bonitas” o superficiales.
Es recordarle a tu cuerpo que es sagrado.
Es activar memorias dormidas de tu linaje.
Es decirle a tu alma: “ya puedes volver a casa.”
Antes del ruido.
Antes del deber.
Antes de la culpa.
Tu cuerpo recuerda.
Recuerda cuando lo habitaste con amor.
Recuerda cuando elegiste cuidarte desde el placer, no desde la exigencia.
Recuerda que mereces. Que mereces todo.
Porque tu sola existencia es motivo suficiente.
Y cuando empiezas a vivir desde ahí,
todo cambia.
Todo puede ser un ritual, si lo haces con presencia
Mi invitación hoy es simple, pero poderosa:
deja de pasar por ti como quien pasa por un trámite.
Y empieza a tratarte como lo harías con alguien que amas profundamente.
Porque no es lo que haces.
Es desde dónde lo haces.
Cada gesto puede ser una oración.
Cada pausa, una ceremonia.
Cada día, una oportunidad de volver a ti.
Y en ese regreso, aquí estamos nosotras,
sosteniéndote.
Celebrándote.
Recordándote que mereces vivir con amor, intención y ritualidad.
Explora más rituales en nuestro espacio sagrado [enlace a página de rituales]. Nos encantará recibirte en nuestro templo
Te abrazo, te honro y te celebro.
Vuelve a ti.